La ciencia en el mindfulness II

La ciencia en el mindfulness | ¿Es para todos?

En el post anterior te explicamos la ciencia que avala el uso de mindfulness en la población general. La práctica de mindfulness es una herramienta muy útil pero, como cualquier herramienta, puede no ser apta para todxs ni en todos los momentos y hay que saber aplicarla. ¿Qué dice la ciencia y la experiencia acumulada durante estos años? Veámoslo.

Efectos normales que forman parte de la práctica

La práctica de mindfulness puede producir sensaciones, pensamientos y emociones desagradables, pero que son necesarias para el proceso de cambio. También puede causar sensación de ingravidez, visión de luces de colores y figuras, aumento de la salivación, etc. Son signos normales de activación parasimpática y se producen porque alcanzamos un estado de relajación y concentración profundos. Al contrario de lo que algunas personas pudieran pensar, se trata de experiencias fisiológicas que indican un avance positivo de la práctica. Simplemente podemos contar con que estas experiencias pueden producirse, sin que tengan mayor importancia ni debamos buscar su aparición o significado activamente.

Durante el proceso de aprendizaje también puede haber personas que sientan reacciones indeseadas como agitación, ansiedad, incomodidad o confusión. Prestar atención plena puede hacer aflorar problemas que hasta ahora ignorábamos o teníamos emocionalmente bloqueados. Sin embargo, estas sensaciones, que a priori pueden percibirse como negativas, forman parte necesaria e importante del cambio. Prestarles atención de manera consciente puede ayudar a explorar y comprender el cambio continuo que se produce a nivel emocional y de pensamiento. También a darnos cuenta de la manera en que reaccionamos a las experiencias. No obstante, si el malestar aumenta o se cronifica. O si no conseguimos gestionar las emociones que emergen, o la práctica nos produce emociones de sufrimiento constante, es importante acudir a un profesional cualificado que nos proporcione las herramientas necesarias para gestionarlas. En este caso, el mindfulness puede hacernos conscientes de nuestros problemas sin resolver, pero puede ser recomendable un apoyo complementario.

Por otro lado, existen casos en los que la práctica de mindfulness puede estar inicialmente contraindicada. Por ejemplo en personas con historia de trauma psicológico, esquizofrenia o epilepsia. En estos supuestos, los síntomas podrían exacerbarse al realizar meditaciones formales. Actualmente existe poca evidencia científica publicada sobre la frecuencia, el tipo y la gravedad de estas experiencias indeseadas al practicar mindfulness. Algunos estudios indican que, aunque con muy poca frecuencia, suelen ocurrir durante prácticas residenciales intensivas, como retiros de entre 2 semanas y 3 meses.

Por su parte, los programas de entrenamiento en mindfulness [p. ej. MBSR o MSC] donde la dosis de práctica es más reducida -y siempre que se lleven a cabo por profesores debidamente formados y cualificados- , conllevan un riesgo mínimo. Es decir, las pocas veces que se producen experiencias indeseadas en estos entrenamientos son de escasa relevancia. Además, ofrecen los mayores beneficios en personas con elevados niveles de estrés y trauma.

Además, es interesante tener en cuenta que los esfuerzos que realizan los nuevos practicantes por mantenerse plenamente atentos a la experiencia pueden producir sensación de cansancio. Es decir, inicialmente, el entrenamiento en mindfulness puede ser mentalmente agotador. Por ejemplo, un entrenamiento de 25 minutos al día durante 3 días consecutivos puede reducir el nivel de estrés psicológico, y también, aumentar el nivel de cortisol como consecuencia del esfuerzo mental.

Conclusiones

  1. La práctica de mindfulness es una práctica segura para la población general.
  2. En algunos casos, puede producir sensaciones, pensamientos y emociones que a veces resultan desagradables, pero que son necesarios para el proceso de cambio. Si no somos capaces de gestionar estas emociones desagradables o se mantienen más allá de la práctica, quiere decir que necesitamos apoyo profesional y así propiciar la adquisición de herramientas de gestión emocional.
  3. En personas que están en un proceso terapéutico es importante no sustituir su tratamiento por el mindfulness o comenzar con éste si no es bajo recomendación de un profesional.
  4. Existen casos [esquizofrenia, trauma, epilepsia] en los que la práctica de mindfulness puede ser contraproducente si se realiza de manera intensiva.
  5. Es recomendable practicar bajo la dirección de un profesor cualificado que nos ayude a gestionar las dificultades que podamos encontrar.
  6. Los programas de mindfulness tienen un riesgo muy bajo de producir experiencias adversas. Por otro lado, ofrecen muchos beneficios respecto al estrés y al trauma.
  7. Los practicantes noveles pueden sentir agotamiento mental, dado que mindfulness precisa concentrar la atención de manera sostenida.