Algunas estrategias contra el temor

Hoy continuamos con la serie de artículos sobre el sistema nervioso. El sistema nervioso autónomo está compuesto por nervios que inervan -valga la redundancia- los órganos del cuerpo, vasos sanguíneos, glándulas salivares y sudoríparas y también los músculos que nos ponen la piel de gallina. En general, ambos se encargan de ejercer efectos de relajación o contracción mediante los neurotransmisores, que son algo así como mensajeros químicos, por ejemplo la acetilcolina o la noradrenalina. Esta respuesta viene determinada por las señales internas o externas que el sistema nervioso vn recibiendo e irterpretando.

Como vimos en este post introductorio este sistema se divide en tres, aunque aquí nos centraremos en el sistema nervioso simpático y en el sistema nervioso autónomo.

El sistema nervioso simpático es el que nos prepara para una acción defensiva. Si algo nos preocupa o nos da miedo, el sistema nervioso simpático acelera nuestro ritmo cardíaco, hace más lenta la digestión, aumenta nuestra concentración sanguínea de glucosa, dilata nuestras arterias y nos refresca mediante la transpiración, preparándonos así para la acción [lucha, huida o parálisis]. Cuando consideramos que la amenaza ha desaparecido, el estrés disminuye y el sistema nervioso parasimpático produce los efectos contrarios. Mientras nos calmamos, ayuda a conservar la energía al disminuir el ritmo cardíaco y reducir la concentración sanguínea de glucosa. En nuestra vida cotidiana, el sistema debería funcionar de forma equilibrada para mantenernos en un estado interno estable.

¿Pero qué ocurre entonces cuando vivimos continuamente con miedo o estrés? ¿Qué estrategias contra el temor podemos desarrollar?

Este sistema puede desrregularse y afectar a nuestro equilibrio interno. Si no aprendemos a adaptarnos al entorno, este desequilibrio se acumula. Esta acumulación está detrás de muchas de las patologías actuales debido a inflamación crónica [problemas metabólicos, psicológicos y cardiopatías], de la que hablaremos en un futuro.

Hay varias actividades que nos pueden ayudar a activar a nuestro sistema parasimpático y reducen la respuesta al miedo y al estrés. Algunas de ellas están siendo estudiadas científicamente y con buenos resultados.

  • El earthing: Caminar descalzo por zonas verdes o por la arena, rodeados de naturaleza, parecen mejorar determinados síntomas relacionados con el estrés. Puedes consultar algunos estudios como estos aquí.
  • Ejercicios de respiración: Cada vez está más demostrado que una correcta respiración y ejercicios concretos de respiración en situaciones estresantes pueden ayudarnos a reestablecer el equilibrio. Puedes consultar alguno de los estudios en este enlace.
  • Un clásico, el ejercicio físico: Aún no es del todo conocido qué tipo de ejercicio, frecuencia o cuál es realmente el mecanismo por el cual el ejercicio físico puede mejorar nuestro estado de ánimo. Pero hay evidencia suficiente de que mejora nuestra salud global, por lo que es motivo suficiente para incluirlo en nuestra vida. Si quieres saber más, puedes leer sobre ello en este artículo.
  • Una alimentación equilibrada: No solo nos ayuda a tener una energía adecuada y los nutrientes necesarios para mantener la homeostasis corporal y que nuestro sistema nervioso funcione correctamente, si no que algunos compuestos tienen efectos directos sobre la regulación del sistema nervioso central y entérico. En próximos posts hablaremos de ellos.
  • La atención plena o mindfulness: Es uno de los métodos de regulación de estrés más estudiados en los últimos años, aquí más información.

 

¿Conocías estas herramientas? ¿Qué métodos para regular tu sistema autónomo utilizas? Profundizaremos en ellos en siguientes artículos. No te los pierdas!

 

Referencias:

Anatomía y movimiento humano. Estructura y funcionamiento | Nigel Palastanga, Derek Field, Roger Soames | Editorial Paidotribo,  2007

Imagen | Anna Parini