¿Existe un estrés bueno?

Hoy abrimos el artículo con esta pregunta. ¿Existe un estrés bueno? Veamos, para empezar, ¿qué es el estrés?. El estrés es una respuesta del cuerpo y de la mente ante una amenaza que supone un peligro potencial para su equilibrio o supervivencia.

Ante un estímulo agresivo [que puede ser real, como una persona que nos ataca, o imaginario, como pensamientos intrusivos] nuestro cuerpo lo clasifica como una amenaza y pone en marcha una cascada de respuestas con la intención de protegernos. Estas respuestas son de tipo psico-fisiológico: se activa el sistema nervioso simpático, modificando el funcionamiento de nuestros músculos, órganos y sistemas y se modifica nuestro funcionamiento cognitivo [aumento de la atención, modificación de la percepción, etc.].

Una vez pasada la amenaza, nuestro sistema nervioso debería volver a su normal funcionamiento mediante la activación del sistema nervioso parasimpático. Cuando esto no sucede, ya sea porque sigue considerando que la amenaza continua, las herramientas que he puesto para gestionar la amenaza no han sido suficientes o mi percepcón de amenaza está sobredimensionada, la respuesta de estrés se mantiene en el tiempo, provocando lo que se denomina estrés crónico [puedes leer sobre su efecto sobre la salud aquí]

Estrés vs Presión

Necesitamos cierta presión para activarnos y alcanzar nuestros objetivos. El estrés crónico comienza a aparecer cuando percibimos que no tenemos las capacidades necesarias para hacer frente a las exigencias a las que nos enfrentamos. La presión es algo normal en la vida, puede venir de dentro [como cuando somos exigentes para hacer un buen trabajo] o de forma externa de tal forma que nos active para alcanzar objetivos que nos hacen sentir satisfech@s o nos abrume porque nos sentimos incapaces de alcanzarlos.

Existen algunas herramientas para convertir el estrés en presión y y aprovechar ese ‘extra’ de energia y que mejore nuestro rendimiento:

  1. Sensación de control: Convierte lo abstracto o general en algo concreto. Pasa de tengo muchas cosas que hacer a elaborar una lista de tareas. Esto te ayudará a tener una visión más clara de tu día, tus objetivos y tareas.
  2. Autodiálogo positivo que aumente confianza: Practica mindfulness y observa tus pensamientos. ¿Te ayudan? ¿Son útiles? ¿Solo echan más leña al fuego? La mente no es nuestra enemiga. Simplemente realiza predicciones y busca soluciones ante lo que puede ocurrir. Practicar mindfulness te ayudará en este sentido.
  3. Observa y gestiona tus recursos: ¿Qué necesitas? El estrés aparece cuando consideramos que nuestros recursos son insuficientes. Valora de forma objetiva qué recursos demanda la tarea, cuáles tienes o en cuales necesitas pedir ayuda.
  4. Convierte lo abstracto en objetivos SMART: Es difícil para tu mente no caer en estrés cuando parece que al levantarnos nos enfrentamos a un mundo de tareas y problemas. Haz una lista de objetivos, tareas y prioridades y convierte los objetivos en SMART: específicos, medibles, alcanzables, relevantes y con un tiempo definido.