El optimismo, el ego y las cosas como son.

La ilusión y el optimismo son claves para superar un reto o emprender un proyecto ambicioso, fuentes inagotables de energía, imprescindibles para hacernos avanzar y para sobreponernos a una caída. Visualizar como nos sentiremos cuando alcancemos la meta y centrarnos en los beneficios nos ayudará a mantener el ánimo y a contagiar e ilusionar a nuestros compañeros. Evaluar los riesgos potenciales con la información disponible, definir un plan y una hoja de ruta son también aspectos clave para alcanzar el éxito. Junto con la confianza, la determinación, la constancia, la comunicación y otras cualidades, el optimismo ayuda a nuestro cerebro a mantenerse en un estado óptimo para afrontar los obstáculos y solucionar los problemas que puedan surgir.

Pero, si no lo manejamos bien, puede convertirse en nuestro gran enemigo. Así lo explica Tally Sharot. Un objetivo importante y un optimismo desmesurado mezclado con un ego demasiado grande y una pobre gestión de las emociones puede ser una combinación desastrosa. Una mezcla que puede crearnos un filtro mental que distorsione demasiado la realidad, nos impida ver los riesgos y nos lleve a menospreciar a quien -con buena intención- intenta alertarnos de ellos. Esta mezcla explosiva y este sesgo optimista pueden funcionar tanto a nivel individual como grupal, tal y como puso de relieve Irving Jannis en 1972 en el desarrollo de su concepto GroupThinking [Pensamiento Grupal].

Cuando el grupo busca la cohesión total, se cierra, se siente invencible, excluye cualquier opinión que pueda amenazar su objetivo o su visión, estereotipa al disidente para desacreditarlo y genera una falsa sensación de unanimidad. Esto generalmente lleva a decisiones basadas en series muy sesgadas de información.

Si buscamos en la historia, podemos encontrar errores tan grandes como Pearl Harbor, Bahía de Cochinos, el Desastre del Columbia o la Catástrofe en 1950 en Oklahoma cuando los gobernantes locales se rieron y burlaron de los ingenieros que dieron la voz de alarma unos días antes del derrumbe que sepultó a muchos ciudadanos. Cuando vemos a través de este tipo de filtros, muchas veces pasamos por alto los riesgos para el proyecto y detectamos inmediatamente los que creemos que suponen una amenaza para nuestro ego, consideraremos un enemigo a quién quiera ofrecer una visión alternativa. Es importante entender que a la vida no le importan nuestros planes y nos ofrece todo tipo de situaciones. A unas las llamamos problemas si obstaculizan nuestro avance y a otras ventajas, si los favorecen. Son etiquetas impuestas por nuestra mente pero a ojos de una realidad no centrada en nosotros mismos, son simplemente son eventos

Osea que al optimismo, así como al resto de cualidades importantes que nos ayudarán en la consecución de cualquier proyecto -comunicación, liderazgo, creatividad, etc.-, tenemos que añadir una buena dosis de autoconocimiento y humildad para que pongan a nuestro ego en su sitio y nos permitan ver la realidad en su justa dimensión así como entender que por muy bien que tengamos trazado el plan, ésta es demasiado grande y diversa como para encerrarla en nuestros pensamientos. Reconocer que la realidad siempre será distinta a como la imaginamos y entender el sesgo optimista nos ayudará a estar mejor preparados para acoger con templanza los eventos que surjan, a ser flexibles y actuar de forma proporcionada y ágil a cada situación, a escuchar y mantenernos abiertos a opiniones que puedan contribuir en nuestro proyecto.

A mantener la mente en las estrellas y los pies en el suelo.

 

por Lino Pazó