Arquitectos de nuestro futuro

A nuestro cerebro se le da bien detectar peligros inmediatos que amenacen nuestra supervivencia o nuestra posición dominante, pero le cuesta más identificar riesgos potenciales, considerarlos importantes en el presente y prepararse para responder de forma adecuada al futuro. Eso hace más difícil que nos sacrifiquemos para lograr un futuro mejor.

Los riesgos que identificamos como futuros son percibidos como algo lejano y, a menos que haya una estrategia clara y objetivos ambiciosos y comaprtidos, no hacemos los esfuerzos necesarios para enfrentarlos hasta que tenemos las consecuencias encima. Un buen ejemplo de esto podría ser el cambio climático y sus efectos: se ha reducido más la contaminación a causa de la crisis del 2008 y por la actual crisis sanitaria que por acciones voluntarias de la sociedad. De hecho, esta misma crisis de la COVID19 es un ejemplo de esta predisposición de nuestro cerebro a posponer la acción sobre riesgos potenciales.

Para enfrentar este problema, que no se reduce únicamente al individuo, sino que se extiende al comportamiento social, necesitamos una visión panorámica, un gran debate sobre los grandes retos y los valores que queremos privilegiar, un enfoque sistémico para definir las acciones que nos acerquen a un futuro mejor. Necesitamos de la participación de toda la sociedad y líderes que potencien los mensajes, que nos ilusionen y qué estén convencidos que merece la pena hacer el esfuerzo ahora para ser mejores mañana.

Un estadista es el que piensa más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones.»
Winston Churchill